Los teléfonos inteligentes, que alguna vez dominaron el mercado de la tecnología, han empezado a perder popularidad entre los jóvenes.
A pesar de sus potentes cámaras, su capacidad para almacenar millones de fotos y videos, y su utilidad como almacenamiento digital de tarjetas y documentos, la juventud muestra menos entusiasmo por estos dispositivos. En cambio, los dumbphones o teléfonos tontos, que se limitan a enviar mensajes y realizar llamadas, están experimentando un resurgimiento en ventas debido a su simplicidad y la posibilidad de desconectarse del mundo digital.
Este cambio se debe, en gran medida, al estrés constante que los teléfonos inteligentes pueden causar. Las notificaciones incesantes, la presión de estar presentes en las redes sociales, las preocupaciones por la seguridad de los datos y la necesidad de generar contenido continuamente pueden resultar abrumadores.
Además, los smartphones a menudo se convierten en una adicción, consumiendo tiempo que podría destinarse a actividades más productivas o relajantes, como aprender algo nuevo, estudiar un idioma, leer un libro o socializar.
Diversos estudios y artículos, como el patrocinado por Bankmycell titulado “Por qué los millennials odian hablar por teléfono”, y publicaciones de medios como The Guardian y Apartment Therapy, han explorado este fenómeno. Los dumbphones, similares a los primeros móviles, solo ofrecen funciones básicas como llamadas, mensajes y una agenda de contactos, aunque algunos modelos incluyen herramientas útiles como calculadoras.
Marcas como Nokia, Alcatel, Doro y CAT han capitalizado esta tendencia, reintroduciendo teléfonos básicos y recuperando terreno en el mercado. Optar por un teléfono tonto puede ser una excelente alternativa para quienes buscan reducir el tiempo frente a la pantalla y llevar una vida más tranquila, dedicando más atención a actividades personales o familiares.



